lunes, 10 de diciembre de 2012

REPORTAJE A NUESTRO SECRETARIO GENERAL SERGIO PALAZZO



Casi sin que se notara, un radical de Mendoza reemplazó al procesado Juan José Zanola y se convirtió en el líder de La Bancaria, el sindicato estratégico en el que se expresan todas las contradicciones de la clase media. Sergio Palazzo es la expresión de un sindicalismo blanco. Defiende decisiones del kirchnerismo pero integra el consejo directivo de la CGT de Moyano. Reivindica el rol de Kirchner ante la corporación empresaria, pero dice que los bancos se la llevan de arriba, reclama una ley de entidades financieras y promueve la estatización del Hipotecario. Definiciones de un gremialista que se reconoce amigo de Ernesto Sanz y disfruta las discusiones con Facundo Moyano.
Nació y se crió en Guaymallén. Fue a una escuela rural en Bermejo, en la zona de Pedro Molina. De padre colectivero y madre empleada doméstica, Sergio Palazzo debutó temprano en la política creyendo en Raúl Alfonsín y se recibió de  sindicalista topándose con Raúl Moneta en el Banco de Mendoza. Hoy es un bicho raro en la escena nacional. Sin abandonar su identidad radical, conduce La Bancaria en un mundo donde el peronismo es la regla. “Es muy difícil militar en el gremialismo siendo radical y también en la UCR porque es un partido donde no es bien visto ser dirigente sindical y a veces te tratan despectivamente”, se presenta.
A Palazzo no le faltó suerte: llegó al sindicato justo cuando la estrella interminable de Juan José Zanola se apagaba, tras 28 años de reinado absoluto. "En octubre de 2009, fui como secretario adjunto de Zanola, ganamos la elección y a los 30 o 40 días lo detienen por la mafia de los medicamentos", recuerda. Antes había sido secretario general de la seccional Mendoza en 1995 y, diez años después, secretario de Acción Social de La Bancaria.
Palazzo sorprende cuando dice que la crisis institucional que provocó la detención de Zanola tuvo un efecto paradójico: un aluvión de nuevos afiliados para el gremio. Más de 18 mil bancarios decidieron afiliarse, en un gesto de pertenencia que buscó ser el puntapié, colectivo e inicial, de una resurrección. 
Aunque mientras estuvo detenido, el mendocino prefirió no cuestionar a Zanola –lo defendió incluso diciendo que había “ensañamiento” y “casi un linchamiento público”-, hoy busca encarnar una nueva etapa junto a un secretariado en el que se destaca el veterano Andrés Castillo, que se inició en política en 1966 con el Operativo Cóndor que desembarcó en las Malvinas. En 2013, espera iniciar su segundo mandato.
- ¿Hay un cambio real o expresan el zanolismo con otros nombres?
- Hay un cambio de caras y de actitudes. Dimos muestras de los que quedamos a cargo no tenemos nada que ocultar. Hay mayor transparencia –certificado por la norma ISO 9001-, más obras en todo el país como la compra del predio de Quinta Abate y un salario conformado inicial en 7220 pesos, que implica que hoy los bancarios estén entre las tres primeras actividades mejor pagas de argentina, detrás de petroleros y mineros. Además, la mayoría de los bancos de la Argentina  tiene hoy una comisión interna recientemente electa.
- Esos logros contrastan con el drama de la obra social.
- Si, la obra social y el Policlínico bancario están intervenidos desde el 7 de setiembre de 2009. La obra social está en un concurso de acreedores en donde cuesta muchísimo arrimar una propuesta para rescatarla. Lo hemos hecho ante la Superintendencia de Servicios de Salud. El problema principal es de financiamiento del sistema de seguridad social en Argentina en su conjunto. Pero en nuestro caso, teníamos un aporte especial del 1 por ciento de los intereses y comisiones que ganaban los bancos, que iba para la obra social. Durante el gobierno de Menem, se eliminó por decreto una ley y hace 14 años que estamos esperando un fallo en la Justicia. Eso era el 60 por ciento de la recaudación de la obra social. Hoy la mayoría de los afiliados se atiende en prepagas.
- ¿Cómo es conducir un gremio de trabajadores de cuello blanco en la Argentina peronista?
- Es apasionante. Somos la más acabada expresión de la contradicción política de la clase media argentina. Si hay un estereotipo de clase media es el bancario y adentro tenés esa contradicción, que querés preservar lo que Cristina te da y, a la vez, tenés compañeros que salen con las cacerolas el 8N. Lograr amalgamar una posición de conducción es sumamente difícil y apasionante. Pero superamos la contradicción porque priorizamos una agenda gremial por encima de la discusión política.
- ¿Cómo quedó el vínculo con Zanola cuando salió en libertad?
- Tuvimos un profundo respeto, durante los dos años que estuvo detenido, de no dar una discusión política sobre su continuidad en el gremio. Cuando sale excarcelado, pero con su procesamiento confirmado por la Cámara, quiso retomar sus funciones y ahí sí, le dijimos que había un cambio profundo, que se estaba gestando, a partir de su ausencia y que él debía entenderlo. No quiso. Se tomo una licencia a regañadientes pero después hizo una serie de acciones judiciales contra nuestra conducción pidiendo que se lo reinstalara en el cargo. En el último plenario de La Bancaria, se decidió iniciar una investigación preliminar previo a un sumario para que se lo sancione. Hubiéramos esperado otra actitud, de priorizar la organización por encima de los intereses personales. Hoy es un pastor sin ovejas.
- ¿Por qué se quedaron con la CGT de Moyano?
- Las divisiones nunca son buenas pero las unidades sin contenido tampoco. Alguien puede decir que la agenda de las dos CGT es la misma pero la forma de llevarla adelante es distinta, por historia y por actualidad. El perfil de la CGT de Moyano tenía que ver con lo que los trabajadores bancarios nos exigían y nos  daba la garantía de que se iba a pelear por esa agenda ante una negativa oficial. El otro sector no daba esa garantía.
- ¿Sin embargo, hay una corriente kirchnerista en La Bancaria?
- Somos un mosaico pluralista ideológico y eso nos da la independencia para criticar. Ni apoyar al oficialismo en determinadas políticas ni cuestionarlo en otras nos convierte en oficialistas o en opositores. Ni tampoco nos priva de discutir los grandes temas nacionales, que tiene que haber una reforma tributaria que tiene que haber una reforma financiera, que no nos gusta la ley de ART porque consolida el modelo de los noventa. Sí reconocemos las paritarias que permitieron cambiar la ecuación de poder en la Argentina. En los noventa, el patrón era amo y señor y se instaba a la falta de participación bajo el concepto de individualismo. Estamos y pertenecemos a la CGT nada más que por la agenda gremial y no por los posicionamientos políticos que no los compartimos.
- ¿Cómo es su relación con Hugo  y con Facundo Moyano?
- Con Hugo, tenemos una relación cordial, que nos escucha y nos atiende, y damos la discusión en el Consejo Directivo cuando tenemos diferencias. Y con Facundo tenemos una relación especial. Creo que es un dirigente joven con muchísimo futuro, no sólo en el sindicalismo sino también en la política. Lo respetamos y lo acompañamos con nuestros cuadros jóvenes en la Juventud Sindical. En lo político, tuvo un gesto muy importante junto con Omar Plaini, que fue habernos acompañado en nuestro reclamo para evitar que se diera quórum y se sancionara la ley Conti –que pasó los depósitos judiciales del Banco Ciudad al Banco Nación- que lamentablemente se aprobó. Yo sé que haber tomado esa posición le trajo muchos problemas. Y aparte tenemos un intercambio de opiniones permanente sobre la actualidad política. Es muy interesante discutir con él.
- Decía que el kirchnerismo cambió la ecuación con el sector empresario, pero ese cambio no afectó a los bancos.
- Hasta ahora sólo hubo medidas que no son de fondo. El gobierno direcciona para que den crédito a las pymes pero mantiene una ley de entidades financieras que tiene el pecado original de haber sido creada por Martínez de Hoz durante la dictadura militar. Nosotros compartíamos en general el proyecto de Carlos Heller, una ley que reoriente el crédito, donde haya más controles y un peso específico mayor del Banco Central, sancionatorio sobre las entidades. Pero eso hoy está frenado y con pocas chances de que salga. Heller me dijo que va a volver a presentarlo porque perdió estado parlamentario. Y lo vamos a apoyar.
- ¿Por qué no hay consenso para una ley de entidades financieras?
Por un lado porque el gobierno dedicó el año a la pelea por la ley de medios y no lo tiene en agenda. Por el otro lado, porque el lobby empresario es muy fuerte en los tres poderes y también en los medios. La ley actual les permite a los bancos hacer todo lo que quieran en el sistema financiero. Ahora la crisis después las paga el Estado y la sociedad, cuando no devuelven los depósitos y cuando el Estado tiene que emitir Boden 2012 para pagar la deuda de los bancos.
- ¿Coincide con que los bancos son los grandes ganadores del modelo?
- Sin duda. Tengo los informes económicos de nuestros asesores y aún en la peor época de crisis los bancos siguieron ganando muy buena plata. La relación de rentabilidad de los bancos siguió siendo del 21 o 22 por ciento. Hay bancos privados que cotizan en Bolsa que crecieron más de un 30 por ciento en un año. Aun en las grandes crisis siempre ganan y cuando son profundas como las del 2001, 2002, termina siendo el Estado el aporte para que el sistema financiero siga funcionando.
- Ustedes cuestionan en especial el rol del Banco Hipotecario.
- Planteamos que tiene que reestatizarse. Primero porque el Estado ya tiene la mayoría -más del 60 por ciento de las acciones si se suman las acciones que eran de las AFJP- pero no conduce y es innecesario que haya un operador privado para operar créditos que debería dar la Nación.
- ¿Cuál es el obstáculo si el Estado tiene la mayoría?
- Que en el pliego de privatización del banco, el privado conserva el managment con una minoría del 15 por ciento de las acciones. Entonces, el Estado es un convidado de piedra en las políticas que aún decide el sector privado. La política de recursos humanos es regresiva, incluye tercerizados, despidos y sanciones. Después del último paro, echaron trabajadores de empresas tercerizadas porque decidieron parar. Vivimos peleando y discutiendo con el Hipotecario. El Estado debe tener un banco que se aboque al tema vivienda como históricamente lo fue el Hipotecario hasta su privatización.
- ¿Por ser sindicalista, dejó el radicalismo?
- Hay un paréntesis en mi militancia partidaria. Yo tengo un profundo respeto por Raúl Alfonsín, una admiración que a veces no me permite ser objetivo. Pero me fui de la Alianza cuando De la Rúa nombró a Cavallo como ministro de Economía. Hoy dentro del radicalismo tengo una relación muy fluida por amistad personal, porque es de la provincia y porque aparte fue bancario con Ernesto Sanz, que también estuvo en el Banco Mendoza. No sé por qué me pusieron el mote de cobista, es más, nunca nos atendió cuando fue gobernador.
- Siendo dirigente sindical ¿Qué diría si le preguntan qué es el peronismo?
- Que es una expresión muy respetable del pueblo y ha llevado adelante un proceso de transformación en la Argentina digno de respeto, como lo hizo el radicalismo en sus inicios y como lo pretendió Alfonsín. Tengo diferencias ideológicas pero comparto el terreno nacional y popular. Valoro muy fuertemente que Néstor Kirchner le haya devuelto valor a la política. Claro, en el medio, está Menem, con quien no tengo nada que ver.

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